domingo, 8 de febrero de 2015

De copas

En un bar, de madrugada, una pareja se sienta y pide una copa. Él pide una copa, ella nada. Él parece no saber qué decir. Llega el camarero con la copa.
- Bueno, tú habla de lo que sea y yo fingiré escucharte atentamente – da un sorbo de su copa – No está mal, no.
- Eso no se hace.
- ¿El qué?
- Beber de copas ajenas.
- ¡Pero si la copa es mía!
- Soy yo quien la ha pagado.
- Pues la compartimos.
- Vale, custodia compartida. Yo me la quedo los sábados y tú el resto de la semana.
- Mira qué listo. -Mira el reloj.- Pues seguro que en Estados Unidos no es sábado.
- ¿Y eso qué importa?
- Pues que no has especificado los sábados según qué huso horario.-Ella coge de nuevo la copa y se la lleva a los labios.
- Te crees muy lista, ¿eh?
- Soy muy lista.
- Seguro, sí – Sonríe con sorna y bebe.
- Oye, me toca a mí.
- Hm. Quizás debería pedirte una copa.
- ¿Quieres emborracharme?
- Claro. ¿Cómo si no ibas a soportar mi compañía toda la noche?
- Tienes toda la razón. ¡Camarero!
(...)
- Bueno, ¿de qué quieres hablar?
- No sé, ¿qué le da sentido a tu vida?
- La vida no tiene sentido.
- Pues eso digo, que qué es lo que te aporta algo. La vida en sí no tiene sentido, claro, somos nosotros los que hacemos cosas para que lo tenga. El arte, por ejemplo.
- ¿El arte? ¿Te refieres a pintura, música...?
- El arte da sentido a nuestras vidas como nuestras vidas se la dan al arte. Una pintura no sería más que un conjunto de pinceladas; una canción no sería sino una agrupación de sonidos, si no le diéramos nuestra propia visión. Eso es lo que le da valor al arte. Y él a cambio nos recuerda el sentido que de vez en cuando creemos haber olvidado.
- Curioso. ¿Y no crees que, al darle cada uno un sentido diferente al arte, este pierde su significado inicial? Me refiero al que su autor quería transmitir.
- El arte no nos habla. Nos ayuda a hablar con nosotros mismos.
- Es una forma de verlo, supongo. Pero, ¿qué me dices de las exposiciones de arte moderno? ¿O de esos autores que llenan una sala de un museo con sillas viejas y botes de pintura volcados y lo llaman arte?
- ¿Dirías que alguien no sabe hablar sólo porque use un idioma distinto al tuyo? Puede que ese mensaje no sea para nosotros. Quizá sólo ayude al que lo crea. Pero siempre habrá alguien que verá en una silla vieja algo que nadie más pueda ver. Y eso es maravilloso.
- Voy a tener que darte la razón, no me lo puedo creer. ¿Qué le han echado a esta copa? -baja la mirada hacia el contenido de su vaso- No lo había pensado de esa forma. Pero, ¿y los cantantes que pagan a compositores para que les escriban canciones de éxito en lugar de hacerlo ellos mismos? ¿Pagan por cantar canciones que reflejan sus sentimientos pero que no han sabido escribir o pagan por cantar algo que les haga millonarios?  
- Tal vez sean los compositores los que quieran darle voz a sus pensamientos. En ese caso, ¿quién usa a quién? El arte, los sentimientos, no entienden de dinero o beneficios.
- En ese caso yo me quedo con lo primero, prefiero pensar que sus sentimientos son tan verdaderos que merece la pena cantarlos, que le van a llegar a más personas gracias a la fama del cantante de turno, a pensar que solamente quieren ganar dinero.
- La música también se adapta a los tiempos. En la Antigüedad se pintaba en frescos, y luego se pasó al lienzo. Con la música pasa lo mismo. Simplemente hay que buscar el medio adecuado. El cantante de turno, en este caso, es lo que era el mármol cuando Fidias creó los frisos del Partenón. Lo que quiero decir es que lo usan porque es el “soporte” que está más de moda.
- Cada uno se adapta como puede, entonces. Oye, ¿qué hora es? Parece que el camarero está ya deseando que nos vayamos. Seguro que no está de acuerdo con lo que acabas de decir.
- Podríamos apostarnos la próxima copa.
- Qué optimista, ¿por qué crees que querría volver a quedar contigo?
- ¿Y por qué no? 

No hay comentarios: